Orgullo de las CCOO
Francisco Javier López Martín
Secretario de Formación de la Confederación Sindical de CCOO
Me pide la Sección Sindical Intercentros de CCOO del Ayuntamiento de Madrid que explique la sentencia del Juzgado de Instrucción número 16 de Sevilla que ha acordado sobreseer las diligencias que se seguían contra CCOO de Andalucía.
La fiscalía investigaba las subvenciones concedidas a CCOO por la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía para realizar tareas de divulgación y sensibilización en materia de prevención de riesgos laborales. Hay que tener en cuenta que la investigación ha sido exhaustiva y ha abarcado todas las actuaciones desarrolladas en esta materia por CCOO-A a lo largo de los cinco últimos años y el Tribunal ha terminado dictaminando que las irregularidades que puedan haberse detectado no han supuesto ninguna distracción de fondos con la finalidad de enriquecimiento del Sindicato.
La noticia ha tenido repercusión regional en los medios de Andalucía y una difusión muy limitada en los medios nacionales. Quienes dieron pábulo y propagaron a todas horas, por todos los medios y por toda España, los infundios y mentiras sobre un presunto fraude en los programas de salud laboral de CCOO-A, ahora callan o minimizan la noticia.
Los responsables de un supuesto y autodenominado sindicato (Manos Limpias), cuyas manos parece que están bastante sucias de tanto meterlas en la masa del dinero, que se personaron ante los tribunales contra CCOO y pasearon sus farsas por todos los medios de comunicación de la derechona, también callan, en este caso porque están en la cárcel, a la espera de ser juzgados.
Quien pagó el precio más duro, el compañero responsable de la Organización y Finanzas de CCOO-A, Miguel Ángel Soto, que se vio obligado a comparecer ante los tribunales, como representante de la organización, acaba de fallecer, víctima de un infarto, justo antes de que conociéramos la noticia del sobreseimiento de la causa.
Y es que hay costes personales y colectivos que las CCOO pagamos y que terminan pagando la sociedad, los propios sindicalistas y sus familias. Costes colectivos que afectan a la credibilidad de unas organizaciones sindicales reconocidas constitucionalmente y que siguen desempeñando su papel necesario para resolver libre y democráticamente el conflicto inevitable entre el capital y el trabajo. Para defender los intereses de la clase trabajadora y el valor del trabajo en nuestra sociedad.
Acabar con el sindicalismo de clase parece ser la misión histórica que han asumido los sectores ultraliberales y neoconservadores que, desde hace décadas, han decidido que el mundo del futuro debe ser un mundo de precariedad laboral e inseguridad social, que renuncie al Estado del Bienestar y que sitúe los intereses del dinero y de los poderosos por encima de los derechos de las personas. Y abrir las puertas de par en par a ese mundo infernal es incompatible con la existencia de sindicatos fuertes y comprometidos.
En cuanto a los costes personales que pagamos las personas, sólo cabe pensar un momento en Miguel Ángel Soto. Una persona honesta y trabajadora que decidió un día poner su tiempo y su esfuerzo personal al servicio de los trabajadores y las trabajadoras. Una persona que, a causa de ese compromiso, asumió la responsabilidad de dirigir las tareas organizativas y económicas de las CCOO de Andalucía.
Un compañero que, a causa de todo ello, se vio obligado a comparecer ante los tribunales y sufrir el acoso de los escuderos y perros de presa de los señores del dinero y auténticos detentadores del poder. La presión que supone este acoso sobre la persona y sobre la familia trabajadora, por mucho apoyo y solidaridad que reciba de sus compañeros y compañeras, sólo la puede contar quien la padece. Desgraciadamente Miguel Ángel no está ya entre nosotras y nosotros.
Así las cosas, se me ocurre que va siendo hora de reivindicar la necesidad y utilidad, para las personas trabajadoras, de contar con sindicatos que las defiendan en su derechos laborales y sociales. Y se me ocurre, sobre todo, que va siendo hora de dar las gracias a cuantas personas dan un buen día un paso y se ponen al servicio de otras personas, organizándose en un sindicato de clase y asumiendo las tareas que le son encomendadas democráticamente por sus compañeros y compañeras.
Se lo debemos a las CCOO. Se lo debemos a Miguel Ángel.