¡Stop Trump!

A menudo los momentos más difíciles de la historia política reciente han venido acompañados de ciertas dosis de indiferencia por partes más o menos amplias de la población. No sólo el apoyo explícito a determinados aventureros les han aupado al gobierno, sino que las actitudes nihilistas también han ayudado a que sus propuestas acabaran por abrirse dolorosos caminos. Precisamente por eso hoy saltamos sobre nuestros problemas y expectativas laborales para centrar la atención en la actualidad.


Esta semana, cabalgando en un discurso racista, xenófobo, machista y profundamente conservador, el candidato Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. Desde entonces se han vertido ríos de tinta en los medios, mayoritariamente tratando de explicar cómo es posible que la mitad de los votantes norteamericanos hayan aupado a la Presidencia a tan vil personaje. Y decimos que “mayoritariamente” porque los líderes de la ultraderecha europea, desde el Reino Unido hasta Hungría, Grecia, Polonia…, pasando por Francia, han mostrado rápidamente su alegría, indicando de qué lado hemos de situar a Trump, y recordando cómo se ha extendido electoralmente el odio en una Europa que parecía vacunada contra el autoritarismo, el nacismo y el fascismo.


En la mayoría de análisis se expresa la idea de que la respuesta que se está dando a la crisis financiera de 2008 ha provocado un incremento rápido e intenso de la desigualdad y el miedo. La denominada clase media norteamericana, y europea, ha experimentado un empobrecimiento indiscutible. La franja social situada más abajo en los niveles de renta está instalada en la pobreza, aun cuando tengan la fortuna de tener trabajo (“precariado”). Amplias capas de la población permanecen atenazadas por el miedo de perder sus trabajos. Los mercados laborales han sido desregulados. El poder de negociación de los sindicatos se ha disminuido intensa e interesadamente. A pesar de los recortes y de la propaganda, no se crea suficiente empleo. Los más jóvenes enfrentan un futuro sin expectativas… Al tiempo, una minoría rica sigue extrayendo provecho de la crisis.
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Además, las guerras y la extrema pobreza en otros continentes empujan a millones de personas hasta nuestras costas y fronteras. Seres humanos que saltan las concertinas o se embarcan a centenares en barcos de goma, en un movimiento inevitable y que es explotado por los que ven una gran oportunidad de acrecentar el miedo para luego ofrecernos sus recetas sencillas, aunque opuestas a las leyes internacionales y a la más mínima obligación de humana solidaridad.


Estos problemas reales son agitados como un cóctel en los medios de comunicación, sobre todo empleando la televisión, por personajes como Trump que no dudan en manipular los sentimientos para obtener sus fines. Y el panorama es tan inquietante que una mayoría de comentaristas nos intentan tranquilizar diciendo que Trump no va a cumplir sus promesas electorales. Cabe suponer que se refieran a sus frases lanzadas contra el “establishment”. Porque no tenemos ninguna duda de que la orientación de su Gobierno será contraria a los intereses de la mayoría social, que la desigualdad seguirá galopante y el miedo utilizado para atentar contra la dignidad de las personas.


Como reconocen la mayoría de teóricos de las ciencias sociales, se ha producido la ruptura del pacto que permitió poner en pie, después de la Segunda Guerra Mundial, el Estado del Bienestar. La desaparición de la “amenaza comunista”, unida al fuerte desarrollo de la especulación financiera que facilita que los capitales burlen los sistemas fiscales, está provocando un giro en el que el rostro más duro e inhumano del capitalismo se impone. El multilateralismo internacional, plasmado en la carta de la ONU, ha dado lugar a unilateralismos de los G-10, G-20, etc. La guinda es que, como ya ocurriera en los años 30 del pasado siglo, en medio de este panorama inquietante las organizaciones (y sus gentes) de la izquierda aparecen enfrentadas…


Precisamente ha de ser en este terreno donde encontrar el modo de superar al neoliberalismo, incluyendo sus formas más radicales (Trump, extrema derecha europea…): el sentido común nos dice que debemos unirnos quienes somos partidarios de frenar la desigualdad y hacer frente al miedo. No cabe esperar a que todo sea un mal sueño y las promesas electorales grandes mentiras. Desde el respeto y el reconocimiento de las diferencias, reconociendo los distintos orígenes y papeles de cada cual, parece llegado el momento de reflexionar, dialogar y elaborar estrategias y propuestas conjuntas que permitan formar una mayoría con la que recuperar el camino del progreso, el cuidado del medio ambiente, la igualdad, la justicia y la solidaridad.

Actualizado (Lunes, 14 de Noviembre de 2016 09:31)

 

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