Recuperar la dignidad
Estuvimos allí. En la mayor manifestación popular que desde el inicio de la crisis ha tenido lugar en España. Más de dos millones de personas llegadas de todas partes, en autobuses, trenes, andando durante semanas, llenamos el centro de Madrid para mostrar el rechazo mayoritario de la sociedad española a las políticas de austeridad. Ilegítimas, pues no fueron incluidas en el programa electoral del Partido gobernante; ineficaces, pues no han contribuido a generar empleos para cerca de seis millones de parados y acabar con la intolerable situación del masivo desempleo juvenil; clasistas, pues sitúan los esfuerzos, en forma de recorte, exclusivamente en las clases populares.
Nos costó mucho subirnos al tren europeo. Cuarenta años de oscuridad nos situaron en el furgón de cola de la ciudadanía europea. Cuando finalmente pudimos respirar, bajo la doble amenaza de un golpe de Estado (finalmente real) y los continuos asesinatos, extorsiones, secuestros de los terroristas, pudimos empezar a construir un Estado con derechos sociales y políticos. Fue una tarea colosal. No resultó sencillo poder contar con una policía democrática que garantizase nuestra seguridad y libertades, ni un ejército que respetara la soberanía popular, ni una red de escuelas y centros sanitarios que garantizaran la igualdad de oportunidades y una larga y placentera vida. La poderosa derecha española estuvo siempre al acecho. Esa derecha que impidió en los años 30 que nuestro país se modernizara y que, acostumbrada a los privilegios y despreciando a las trabajadoras y trabajadores españoles, siempre ha trabajado para procurar frenar las ansias de libertad, igualdad y progreso de la mayoría social.
La crisis está siendo la oportunidad que esperaban los poderosos para reconducir los logros de todos estos años. Nuestros derechos laborales han sufrido un retroceso inmenso, injustificado e inútil. Pero las trabajadoras y trabajadores españoles no vamos a permitir un mercado laboral con salarios tercermundistas. No vamos a mirar hacia otro lado al ver cómo a nuestros jóvenes se les niega el futuro y se les ofrece como única alternativa vital construir sus vidas en el extranjero, como tuvieron que hacer generaciones anteriores. Nuestros derechos sociales están sufriendo el acoso de los poderosos. Pero la movilización popular está consiguiendo poner freno a tamaños desafueros: en Madrid, paralizando la escandalosa privatización sanitaria intentada, o en Alcázar de San Juan la venta del agua a las empresas privadas…
Pretenden que paguemos la crisis, que perdamos nuestros derechos y permanezcamos en casa calladitos (como aquella infausta noche del 23F), que ya se ocuparán ellos de enviarnos por correo el sobre con el voto. Hasta el momento sus intenciones han prosperado, provocando la mayor involución social y política en la que vivimos. La más enorme transferencia de rentas hacia los ricos que hemos sufrido en los últimos 30 años… Pero no deberían frotarse las manos tan rápidamente. El sábado 22 de marzo miles de ciudadanos y ciudadanas emitimos un mensaje claro: queremos pan, trabajo y techo para todos, no estamos dispuestos a permitir que continúe el saqueo, no vamos a permanecer en casa, calladitos y obedientes, mientras nos avasallan. Hemos decidido tomar unidos el camino democrático de la movilización pacífica, herramienta legítima que ésta disminuida democracia nos ofrece. Hemos decidido salir a las calles para proclamar que no les vamos a permitir robarnos la dignidad colectiva que tanto y a tantos nos costó recuperar.
Actualizado (Jueves, 27 de Marzo de 2014 10:29)