Ya está aquí la segunda gran cita electoral.
La primera, nuestras elecciones sindicales, se saldó positivamente con el aumento de la participación de la plantilla. Nos sentimos copartícipes de la mejoría de este índice, tan importante, pues no dejamos de proponer a lo largo de toda la campaña, por escrito y en asambleas, que se acudiera a las urnas.
Ahora vienen las elecciones municipales y autonómicas. De las urnas del próximo domingo saldrá un nuevo Gobierno municipal. ¿Nuevo? Esta es la cuestión.
Hay cosas que en la España de hoy no tienen discusión. Todos los partidos, sin excepción, hablan de cambio. Rajoy habla de cambio. Cuando le preguntan a Esperanza Aguirre por la situación de la Ciudad y del Ayuntamiento contesta como si 25 años de Gobierno del Partido Popular no fueran con ella, como si además nunca hubiera gobernado…, y habla de cambio.
La cuestión es que sabemos, o deberíamos saber, que hay cosas que no funcionan y que, por tanto, no nos interesan. No sólo hablamos de las políticas que insisten en cargar la crisis a las espaldas de la clase trabajadora, dibujando así una España en la que el elemento de competitividad y desarrollo son el empleo precario y los salarios bajos, mientras los ricos son más ricos. Lo que no deberíamos olvidar es que el debilitamiento del Estado del Bienestar no es la solución, porque nunca fue el problema. Al revés. La existencia de fuertes servicios públicos, que redistribuyen la riqueza creada por todos, ha sido fuente de cohesión social al permitir que las familias trabajadoras gozaran de la imprescindible igualdad de oportunidades abriendo la puerta al progreso de nuestra sociedad en su conjunto. Por tanto, a quien pretenda seguir atacando el Estado del Bienestar deberíamos considerarle contrario a nuestros intereses y, por tanto, no votarle. Y tampoco debiéramos olvidar que la corrupción, tan extendida como intolerable, se ha desarrollado al abrigo de las administraciones públicas, obteniendo gasolina de las privatizaciones de los servicios públicos. Porque el neoliberalismo de algunos no es una simple idea, sino que oculta una descarada forma de procurar negocios a los amigos.
Esperanza Aguirre tiene ganada la simpatía de la ciudadanía situada en el extremo más a la derecha. Y para los sectores templados de su electorado guarda la capacidad de modular su discurso, o de intentar asustarlos acusando a sus oponentes políticos de simpatizar con ETA.
Esperanza Aguirre tiene grandes capacidades para engatusar al electorado. Toda una vida dedicada a la política ha sido un buen entrenamiento. Es comprensible que su desesperado Partido apueste por ella. Más difícil nos resulta entender que la fichara una empresa de cazatalentos. Ahí ha demostrado ser, al menos, auténticamente inepta, pues según ella misma reconoce hay una larga lista de cargos de su confianza que han resultado corruptos.
Su prolongada trayectoria política, que incluye un importante número de años gestionando, nos permiten conocerla a fondo. Sabemos cuáles son sus ideas, porque las ha puesto en práctica. No es nueva.
Seguro que podemos estar todos de acuerdo en que Esperanza Aguirre es una clara apuesta a favor de las privatizaciones de los servicios públicos. En la Comunidad Autónoma fue la impulsora de la privatización de la sanidad y de la educación, oponiéndose con todas sus fuerzas a la Ley de la Dependencia… Y esto por sólo enfocar nuestro discurso en sus posiciones respecto al Estado del Bienestar. Porque en materia de derechos civiles tampoco engaña a nadie al mostrarse partidaria de la libertad cuando se trata de aparcar en un carril bus, y liberticida cuando hablamos de los derechos de las mujeres, del matrimonio entre personas del mismo sexo, del derecho a la libertad de expresión (Telemadrid)… De la misma manera que sabemos que no es la candidata adecuada, todo lo contrario, para restablecer el diálogo social, el derecho a la negociación colectiva.
He aquí las claves a las que creemos debemos atender el próximo domingo. Las trabajadoras y trabajadores municipales conocemos la terrible situación que vive nuestra Ciudad y nuestro Ayuntamiento. Sabemos que necesitamos abrir ventanas para respirar. Y levantar alfombras. Esperanza Aguirre no es la candidata para un gobierno municipal realmente nuevo. Esperanza Aguirre es más de lo mismo.
La auténtica esperanza está en llenar las urnas de papeletas que permitan un gobierno nuevo, sin vinculación con los pasados 25 años de gobiernos del Partido Popular. Y sin olvidar que su llegada al poder vino precedida de un pacto con otra fuerza política emergente en aquellos días, el CDS, que le sirvió de muleta para primero desalojar a la izquierda del poder y luego hacerse con la mayoría absoluta.
Trabajadoras y trabajadores municipales, acudid de nuevo a las urnas. En esta ocasión para cambiar el Gobierno de la Ciudad de Madrid y ayudar con la fuerza de los votos a quienes proponen defender los servicios públicos, es decir, a los que anuncian que pretenden ocuparse de recuperar una Ciudad y un Ayuntamiento para la igualdad, la solidaridad y la libertad.